Puede que hasta hoy su forma de brindar orientación y apoyo a su cónyuge e hijos, haya sido equivocada. Sin embargo, con ayuda del Señor tenemos una nueva oportunidad y podemos reemprender el camino.
Como esposos, estamos llamados a asumir un liderazgo transformador con la familia. No autoritario, destructivo, agresivo y que lesione emocionalmente al cónyuge o a los hijos, sino edificador, a partir de las pautas que traza Dios en Su Palabra.
Antes de proseguir, cabe preguntarnos: ¿Estamos ejerciendo un auténtico liderazgo en casa? Una vez tengamos una respuesta objetiva y honesta, deberíamos ir a la Palabra, que traza una ruta para jalonar un proceso de cambio y crecimiento en el entorno familiar:
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” (Deuteronomio 6: 4-9 | RV 60)
Antes que partiera a la eternidad y el pueblo israelita entrara a la tierra prometida, Moisés deja planteados al menos 5 fundamentos:
- Amar a Dios con todo el ser.
- Atesorar la Palabra en el corazón y vivenciarla.
- Transferir al cónyuge y a los hijos principios y valores Escriturales.
- Permitir que Dios ocupe el primer lugar en el hogar.
- Enfocarse en Dios las 24 horas del día.
¿Le parece algo imposible? Por cierto, que no. Obedece a una dinámica de dependencia del Señor, de tal manera que no dejemos de lado absolutamente nada que tenga relación con el Reino, el cual se comienza a construir desde el ámbito familiar.
EL SECRETO DE LA PROSPERIDAD
Partamos de un presupuesto: la concepción generalizada de prosperidad entre la sociedad moderna, se orienta a la riqueza material; sin embargo, dista mucho de la realidad. El reconocimiento social, la solidez económica, la fama e, incluso belleza física, no llenan el vacío interior de las personas. Tampoco nos aseguran la felicidad.
Una apreciación aterrizada de qué significa prosperad, la encontramos en las Escrituras:
“Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra. Porque si guardareis cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo para que los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos, y siguiéndole a él…” (Deuteronomio 11: 18-22 | RV 60)
Lea el pasaje cuantas veces sea necesario. Tome notas. Coincidirá conmigo en que encierra muchas enseñanzas, todas orientadas a fundamentar familias sólidas.
La verdadera prosperidad, a la manera de Dios, se desprende de caminar de Su mano siempre. Como consecuencia, todo cuanto emprendemos, sale adelante y, en caso de surgir dificultades, Él nos permite encontrar soluciones.
DEPENDENCIA DE DIOS PARA LIDERAR EFICAZMENTE
En la medida en que dependemos del Supremo Hacedor y le sometemos nuestro caminar diario, permitiendo que nos oriente para emprender ajustes y cambios, podremos materializar el propósito eterno que Él ha tenido para el género humano y la familia:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1, 26, 27 | RV 60)
En esa dirección, es imperativo preguntarnos: ¿Dónde se encuentra nuestra familia? ¿En qué medida hemos avanzado en el crecimiento de la relación’ ¿Hemos mejorado, nos estancamos o retrocedimos en la relación con el cónyuge y con los hijos?
Estas preguntas nos arrojan un diagnóstico y nos llevan a reafirmarnos en que, bajo ninguna circunstancia, podemos eludir la responsabilidad que tenemos de liderar en el hogar.
No olvide lo que aprendemos de las instrucciones del apóstol Pablo a Timoteo:
“… que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad 5 (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1 Timoteo 3: 4, 5 | RV 60)
Por supuesto, quien no sigue a Jesucristo no podrá desarrollar un apropiado liderazgo en su entorno familiar. En ninguno de los ámbitos. Quien nos capacita es Dios mismo, cuando permitimos que nos conceda la sabiduría. De ahí que, si nuestro conocimiento es superficial, no seremos eficaces.
Cabe aquí recordar lo que enseña el profeta Jeremías:
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17: 7, 8 | RV 60)
Cuando desarrollamos intimidad con Dios procurando la guía para orientar el hogar, podemos marcar la diferencia con nuestro liderazgo e influir eficazmente en el cónyuge y los hijos.
De la mano con este principio, el de orar por nuestra familia cada día. Los resultados saltarán a la vista (Salmo 118: 159)
El fundamento de ser prudentes y sabios, dos fundamentos que necesitan con urgencia los hogares y quienes los lideran, se encuentra en las enseñanzas del rey Salomón:
“Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedes desear, no se puede comparar a ella. Largura de días está en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen.” (Proverbios 3: 13-18 | RV 60)
Puede que hasta hoy su forma de brindar orientación y apoyo a su cónyuge e hijos, haya sido equivocada. Sin embargo, con ayuda del Señor tenemos una nueva oportunidad y podemos reemprender el camino.
FORMAR A LAS NUEVAS GENERACIONES
Una última responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros como esposos, y a la que quiere referirme, se relaciona con la formación de las nuevas generaciones.
En las Escrituras aprendemos:
“Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos.” (Salmo 145: 4 | RV 60)
La transformación de la sociedad comienza con nuestra disposición de formar a nuestros hijos a en principios y valores. Es una forma de impactar generaciones enteras. Hoy es el día, no solo para tomar esa decisión, sino para perseverar, prendidos de la mano del Señor. Él nos asegura la victoria.
Si no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Permita que Él gobierne su vida y su familiar. Una maravillosa decisión, sin duda.
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© Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #RadioBendiciones